No solo de pan vive el hombre y no solo de los wargames de mesa vive el friki. Por lo que hoy inauguramos nuestra sección de "Vikingtrip" con la visita que, en compañía de mi mejor amigo y mi mujer, hicimos el pasado fin de semana a Catoira.
Lo cierto es que para ser justos el verano pasado ya vimos este evento, decidimos apuntarlo para este año, pero no lo hicimos y eso provocó que todo haya sido más precipitado de lo que nos hubiera gustado, ya que organizamos todo el viaje en cuestión de 3 días.
Antes de nada un poquito de historia:
Lo cierto es que para ser justos el verano pasado ya vimos este evento, decidimos apuntarlo para este año, pero no lo hicimos y eso provocó que todo haya sido más precipitado de lo que nos hubiera gustado, ya que organizamos todo el viaje en cuestión de 3 días.
Antes de nada un poquito de historia:
La Romería Vikinga de Catoira se celebró por primera vez en el año 1960 con la intención de rememorar la importancia de Catoira en la defensa de Galicia frente a los ataques de los piratas normandos y sarracenos que tuvieron lugar en los siglos IX y X en las tierras del río Ulla, utilizando para dicha celebración las Torres del Oeste, unos restos arqueológicos que datan del siglo IX y que se asientan sobre restos romanos que fueron creciendo en tamaño e importancia durante la Edad Media para repeler los ataques de vikingos y piratas. Fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional en el Año 1988 y Fiesta de Interés Turístico Internacional en el Año 2002.
El desembarco vikingo se realiza todos los años el primer fin de semana de agosto, sin embargo el fin de semana anterior ya podemos ver diferentes actividades. En nuestro caso tras mas de 6 horas de coche llegamos el sábado y aprovechamos para pasear por el recinto de las Torres, un lugar con un gran encanto histórico, dónde ya se estaban preparando los puestos para el día siguiente así como la gran cena vikinga que se celebra allí por la noche y a la que esperamos poder asistir el próximo año. Cena a la que se accede con entrada previa y el requisito adicional de ir adecuadamente vestido, de vikingo vamos.
Tras la cena se realiza un espectáculo de luz y fuego que culmina con unos fuegos artificiales y da paso a un concierto gratuito en la playa fluvial, al que no asistimos porque sinceramente los cuerpos no nos daban para más. Respecto al espectáculo pese a ser bastante entretenido y atractivo si que nos dejó un regustillo amargo puesto que gran parte de la música no tenía nada que ver con la ambientación vikinga (daba más la sensación de ser un espectáculo predefinido que podemos ver en cualquier feria medieval) y además en la historia que reproducía había algunas incongruencias en lo que a mitología nórdica se refiere. Pese a esto, somos unos tiquismiquis y lo sabemos, fue como decía bastante entretenido y cumplió su función.
El plato fuerte llega el domingo, cuando ataviados con nuestras mejores galas, acudimos a ver el desembarco sin ser capaces de prever la cantidad de gente que íbamos a encontrar allí, y es que se contaban por miles los curiosos que querían presenciar esta escena. Los barcos, debidamente atrezados, descienden por el Ulla y llegan a las torres donde las hordas vikingas que van a bordo de los mismos saltan al agua para tomar la posición dónde, a diferencia de lo que sucediera siglos atrás, el gentío los recibe con vítores y miles de móviles inmortalizando el momento.
Después de este despliegue la fiesta prosigue entre puestos de bebida y comida acompañados por música y actuaciones hasta cerrarse con un concierto nocturno que nos perdimos ya que al día siguiente nuestros trabajos nos esperaban.
En conclusión un gran fin de semana en una compañía inmejorable y que nos deja con ganas de volver el año que viene, preparando con tiempo el viaje y tratando e participar en cena y desembarco.
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