Informe de batalla: Enanos vs Imperio


Hoy os traigo una entrada un poco especial. Se trata de un realto inspirado en la batalla de Enanos contra Imperio de la que os hablé en este artículo de nuestra campaña de "Cenizas de Guerra". Espero que os guste:

"Snorri caminó cojeando hasta el árbol más cercano. Su pierna de madera estaba tallada por los mejores artesanos enanos, sin embargo aquel maldito bosque no era el mejor lugar para desplazarse con ella. Pero Snorri era un montaraz, y eso no iba a cambiar por que le hubieran tenido que cortar una pierna. Bebió un trago de un pequeño barril que llevaba al cinturón y apretó los ojos tratando de ver lo que tenían enfrente. El destello de unas armaduras llamó su atención, la caballería imperial estaba allí.

Thoradrik movió sus hombros para tratar de evitar que se entumecieran con el frío de la mañana. La batalla no tardaría en comenzar y no podía permitirse errores. Era la primera vez que dirigía su ejército al completo y de como lo hiciera dependía en gran parte el ganarse o no el respeto de aquellos soldados que no terminaban de perdonarle la muerte de su padre. Su padre... apretó la mano en torno al mango de su hacha y miró bajo sus pies, al enorme escudo labrado sobre el que iba a luchar, por primera vez, aquel día. Se obligó a devolver su atención a lo que tenía frente a él. Las tropas imperiales avanzaban con paso firme, sin embargo el cruce por aquel pueblo había hecho que dividieran sus tropas. Por el flanco izquierdo pudo ver el destello de armaduras de los guardias imperiales y junto a ellos unos pocos arcabuceros que se afanaban en cargar sus armas mientras avanzaban. Por el centro los altos destellos de lanzas delataron otra unidad, bastante numerosa, mientras a la derecha la caballería había evitado la localidad cercana dando un rodeo.

Los caballos estaban algo fatigados tras la larga marcha, sin embargo Arthur confiaba en ellos para vencer a aquellos testarudos enanos. Se había cansado de sus reclamaciones y era hora de darles una lección. Su guardia personal se había situado en el flanco izquierdo del campo de batalla, junto al bosque, y a su derecha pudo ver el resto de sus tropas. Estaban más lejos de lo que le gustaría, sin embargo la presencia de aquel cazador de brujas debería ser suficiente para insuflarles ánimos si las cosas iban mal. Ordenó avanzar y con su caballo al paso pudo ver que los enanos se habían situado en un pequeño valle, negándole así la ventaja de la movilidad. Trató de buscar una solución y sintió que algo se movía junto a él. Uno de sus caballeros caía al suelo con el cuello atravesado por una flecha. Miró al bosque y le pareció ver unas sombras moviéndose entre los árboles. No estaba dispuesto a quedarse allí bajo una lluvia de flechas mientras esperaba a que su infantería llegara al combate. Desenvainó su enorme espada a dos manos y se lanzó a la carga.

Desde lo alto de su escudo Thoradrik vio como la caballería imperial aumentaba su marcha dejando atrás al resto de sus tropas azuzados por los virotes de ballesta de sus exploradores. Giró la cabeza hacia sus vengadores y sin ni siquiera tener que levantar un dedo estos comenzaron a avanzar rugiendo desafíos. Eran sin duda una visión aterradora, semidesnudos, llenos de tatuajes y con esas enormes crestas anaranjadas a juego con sus barbas. Thoradrik los admiraba desde niño. Había crecido escuchando historias de muertes gloriosas contra enormes monstruos e incluso se planteó unirse a ellos cuando murió su padre, pero no podía abandonar a su pueblo.

El choque fue brutal. Aquella masa anaranjada de carne y metal aguantó la embestida de los caballeros imperiales y Arthur vio como uno de ellos era aplastado bajo las pezuñas de una de sus monturas, sin embargo el enano se las ingenió para rajar el vientre del caballo y hacer caer a su jinete. Un fuerte golpe le hizo devolver su atención a lo que tenía delante. Un enorme hacha le había destrozado la hombrera derecha, esto no iba bien.

Snorri observó la carga de la caballería imperial, se colgó la ballesta y agarró su enorme hacha. ¡Ahora! dijo a sus compañeros, y los cinco exploradores se lanzaron a la batalla.

Los caballeros imperiales caían uno tras otro. Arthur golpeaba con su enorme espada a uno y otro lado tratando de evitar la marea de golpes que se dirigían contra él, y por lo poco que podía ver sus hombres hacían lo mismo tratando de evitar una muerte casi segura. Escuchó el lejano sonido de la pólvora al explotar y los gritos de hombres muriendo. Su caballo se levantó sobre sus patas traseras y golpeó a un enano en la cara convirtiéndola en una masa sanguinolenta. Miró a su izquierda. La mitad de su unidad había caído. Un fuerte golpe lo derribó de su montura y perdió su espada en el barro. Se dio la vuelta como pudo. Los caballos corrían sin jinete o relinchaban en el suelo cubiertos de barro y sangre. Un enano con un parche en el ojo se acercó a él, llevaba un enorme hacha en las manos, dejó caer la hoja.

El cañón y los arcabuces estaban haciendo su trabajo. Mientras los soldados imperiales se acercaban hacia el cuello de botella en el que Thoradrik los había obligado a luchar sus filas iban recibiendo un castigo en forma de fuego y plomo. El flanco derecho estaba seguro, los vengadores y los exploradores habían acabado con aquellos impacientes jinetes, mientras el izquierdo avanzaba a duras penas bajo la lluvia de proyectiles que los enanos descargaban sobre ellos. Frente al rey enano una unidad de lanceros, mermada en su avance, se lanzaba a la carga. Thoradrik sacó su pistola y abrió fuego, pero el tiró erró su objetivo. Levantó su hacha y su escudo y se preparó para recibir el primer golpe.

Las lanzas se partieron, los escudos chocaron y el suelo comenzó a llenarse de sangre. El muro de escudos enano aguantó el empuje inicial y sus mejores armaduras los protegieron de la peor parte de la carga. Thoradrik aprovechaba su mayor altura sobre el escudo para segar las cabezas de los soldados imperiales mientras desviaba los lanzazos con su escudo. Poco a poco el empuje inicial se fue debilitando y los enanos comenzaron a avanzar. Los hombres dudaron, y la duda en la batalla siempre desemboca en muerte. Las puntas de las lanzas enanas atravesaban las frágiles armaduras humanas y estos caían entre alaridos para ser pisoteados bajo las pesadas botas de sus enemigos. El general imperial había muerto, la mayor parte de sus tropas yacían en el barro, el valor abandonó a los lanceros imperiales que empezaron a correr dando la espalda a los enanos.

El campo de batalla se encontraba plagado de cadáveres. Los enanos desvalijaban a los caídos mientras reunían a los que habían sobrevivido. Quizás su emperador quisiera pagar un rescate por ellos. Thoradrik  observaba a sus hombres. Apenas habían sufrido bajas y se encontraban eufóricos. Esta noche lo celebrarían en un gran festín, pronto deberían volver a la lucha."

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